El rey asesinado en un baile de máscaras

En 1786, el rey Gustavo III de Suecia, acompañado del conde Jacobo De la Gardie, fue de incógnito a ver a una célebre adivina sueca, Anna Ulrica Arfvidsson. Esta le previno sobre un hombre enmascarado con una espada. También le advirtió: "Ten cuidado con el hombre con una espada que te encontrarás esta tarde, porque quiere arrebatarte la vida". Al no cruzarse con nadie de camino, los dos hombres desestimaron la advertencia. Ya en el palacio, se cruzaron con un hombre con una espada, se trataba del conde Adolph Ludvig Ribbing. 

El asesinato de Gustavo III en un baile de máscaras. Fuente: Biblioteca Real de Suecia

Nueve años después, la noche del 16 de marzo de 1792, Gustavo cenaba en la compañía de algunos amigos cercanos. Durante la velada, recibió una carta anónima que le avisaba de que un grupo de hombres planeaba matarle esa misma noche, durante el baile de máscaras que se celebraría en la Ópera de Estocolmo. La carta, que posteriormente se descubrió que había sido enviada por el jefe de la guardia, Carl Pontus Lilliehorn, le instaba a cancelar la fiesta para que sus enemigos no tuvieran ocasión de darle muerte.

Gustavo III, sin embargo, en vez de disolver el baile, guardó silencio sobre el posible complot. Así, los invitados fueron entrando al edificio de la Ópera disfrazados con máscaras, pelucas, antifaces y lujosas capas. Cuando la sala estaba a rebosar, Gustavo se asomó al balcón que daba al salón de baile y permaneció a la vista de todos durante unos diez minutos. Al ver que no ocurría nada, el rey exclamó: "Esta hubiera sido una oportunidad para dispararme. Vamos abajo. El baile parece alegre y flamante". El rey, dando el brazo a sus dos acompañantes, se dio una vuelta alrededor del teatro y luego bajó al recibidor. De ahí fueron caminando al escenario, donde tenía lugar el baile propiamente dicho. 

En el escenario, un grupo de hombres impidieron el paso del monarca. Algunos testigos hablaron de hasta 20 o 30 hombres, pero quizá se tratara de un número menor. A la salida del pasillo, un hombre enmascarado armado con un cuchillo, sacó una pistola del bolsillo de su traje. Apretado contra la espalda del rey, le apuntó y apretó el gatillo, pero el rey se giró de súbito para hablar con su acompañante, por lo que el tiro le entró por la columna y le salió por la cadera. 

Ante el súbito disparo, Gustavo exclamó un "ay" fruto del dolor y la sorpresa, pero siguió en pie. El atacante, quizá por miedo a las represalias o por arrepentimiento, se acobardó y, en vez de rematarle, gritó "fuego". Los guardias reales, que habían estado todo el tiempo a una distancia prudencial, se acercaron para salvar al rey del supuesto incendio. Cuando se abrieron paso, el rey les informó de que estaba herido. Estos sacaron a Gustavo III del recinto y sellaron las salidas para que ningún sospechoso pudiera escapar. 

El disfraz que llevaba Gustavo III el día fatídico, actualmente la armería del palacio de Estocolmo. Fuente: Wikimedia Commons.

Al día siguiente, arrestaron a un oficial militar, Jacob Johan Anckarström, que confesó ser el autor del crimen. Aseguró que no había ningún complot ni ninguna otra persona implicada. Sin embargo, poco después, otras dos personas confirmaron que habían sido parte de la conspiración para asesinar al rey sueco. El primero fue Claes Fredrik Horn, hombre relevante en la corte, y el segundo Adolph Ribbing, al que el rey Gustavo hubiera visto con una espada nueve años antes después de la predicción de Ulrica Arfvidsson. La propia Ulrica fue interrogada, ya que se sabía que algunas de sus predicciones habían estado basadas en informadores secretos. Parece ser que sus respuestas fueron de cierta utilidad para el juicio. 

Jacob Johan Anckarström, el autor físico del crimen, fue sentenciado a muerte y ejecutado. En cuanto a Adolph Ribbing, uno de los cerebros de la conspiración, le fue negado el título de noble y fue condenado a muerte. Sin embargo, fue perdonado oficialmente y condenado al exilio. A partir de entonces, vivió en Francia y cambió su apellido por el de de Leuven. Fue el padre del prolífico escritor y dramaturgo francés  Adolphe de Leuven.

En cuanto a Gustavo III, sobrevivió al intento de asesinato en el baile de máscaras, sin embargo, unos días después, la herida se le infectó. El 29 de marzo, cuando la infección se había extendido, el monarca sueco dijo: "Me siento adormilado, un momento de descanso me hará bien". Esas fueron sus últimas palabras antes de morir. 


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